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En esta tercera parte concluiremos con la exposición de esta temática para el período micénico temprano, abordando el tema de armas de combate, específicamente lanzas, espadas y armas arrojadizas, recurriendo al texto “Warfare in Ancient Greece”, escrito por Tim Everson, historiador inglés especializado en asuntos bélicos de la Antigua Grecia.
Para combate cuerpo a cuerpo el guerrero de esta época contaba con la lanza y la espada, comúnmente representadas en el arte de la época, aunque también hay evidencia de arquería y del uso de la honda. Todas estas armas se utilizaban tanto en la guerra como en la cacería, por lo que es difícil determinar si ciertos restos arqueológicos de estas armas pertenecían a un guerrero o cazador. Sin embargo, podemos conjeturar que en este período la mayor parte de los hombres adultos participaban de ambas actividades, utilizando probablemente el mismo equipo o uno bastante similar.
Las espadas y dagas parecen haber sido utilizadas, además, para indicar estatus social, por lo que las encontradas en tumbas, algunas admirablemente ornamentadas, no necesariamente fueron utilizadas por sus dueños. Estas espadas, por el esmero de su decoración y la frecuencia con que aparecen en tumbas, así como su usual presencia en escenas artísticas bélicas (menos comunes en escenas de cacería), han llegado a ser consideradas las armas primarias de los guerreros griegos de esta época. Sin embargo, Everson sostiene que en realidad lo fue la lanza, partiendo del hecho de que un guerrero armado con una lanza siempre va a tener una ventaja sobre uno armado con una espada, y el autor explica su menor frecuencia arqueológica, relativa a las espadas, aludiendo a que al ser un arma más de combate y de uso práctico, eran más importantes y valiosas como para ser desechadas en tumbas con los muertos, mientras que las espadas, como objetos de estatus, sí eran más prescindibles (fenómeno con paralelos en la Inglaterra de la Edad Oscura y del período anglosajón).
Lanzas
Tenemos ejemplos de puntas de lanza en las tumbas de Micenas, las cuales con seguridad pertenecieron a largas lanzas utilizadas para dar estocadas a distancia. Estas puntas de lanza poseen hojas con forma de hoja, con una marcada nervadura, y llegan hasta los 50cm de longitud. Ninguno de los restos de puntas de lanza están decorados, lo cual no nos debería sorprender si recordamos lo previamente explicado con respecto a las lanzas vs espadas. Hay restos arqueológicos también encontrados en Rodas y en Cnosos. Se han descubierto puntas de lanza más pequeñas, pero no tenemos evidencia clara de la utilización de jabalinas en este período, por lo que podrían pertenecer a lanzas de caza.

Poseemos representaciones artísticas en gemas y en la famosa “daga de cacería del león” que nos indican que al menos a veces estas lanzas se utilizaban con dos manos, y que poseían una longitud aproximada de tres metros, lo cual calza con las dimensiones de las puntas de lanza que nos han sobrevivido.

Sin embargo, el fresco de Thera nos muestra guerreros utilizando las lanzas con una mano. El contraste entre escenas de cacería y de guerra nos permite conjeturar que en la cacería, donde la utilización de un escudo era menos necesario, las lanzas se tendían a esgrimir con dos manos, mientras que en escenas bélicas, ya fuera por infantería o por guerreros de élite en carros de guerra, las lanzas se utilizaban con una mano, mientras con la otra el guerrero sujetaba un escudo o se sostenía del borde del carro de guerra.

Después del año 1300 ya no poseemos evidencia de lanzas empuñadas con dos manos, y la lanza de una mano, ya sea para estocadas o arrojada, se vuelve la norma tanto en la caza como en el combate, pero de esto hablaremos en los artículos del siguiente período histórico.
Espadas
La espada micénica parece haber partido de un desarrollo minoico, sus dagas (Fig. 13a, en la imagen inferior), las cuales eran tanto herramientas como armas de guerra, también con un valor como objeto de estatus. A partir de estas dagas se desarrolló el primer tipo de espada, también minoica, llamada Tipo A (Fig. 13b, en la imagen inferior). El ejemplar más antiguo que poseemos viene de Malia, Creta, y data de alrededor del 1700 a.C., y mide unos 90cm de largo, pero algunos ejemplares de Micenas son inclusive más largos. Este primer tipo posee una elevada nervadura que corre por su centro, y se distingue por su corta espiga (la parte de la hoja que queda cubierta por la empuñadura), al igual que las dagas de donde evolucionó, y debido a esto: i) la espada era muy propensa a quebrarse al nivel de la empuñadura, ya que lo que las unía era nada más unos remaches en el borde, y la empuñadura no envolvía la espiga, como llegó a ser usual luego; ii) su centro de masa se encontraba más hacia el centro de la hoja, lo que la hacía pesada, más difícil y cansado de maniobrar; y iii) tanto por la corta espiga como por la estrechez de la hoja (lo cual ha llevado a especialistas a llamarlas “estoques” en lugar de “espadas”), esta arma podía ser utilizada casi únicamente para dar estoques como si fuera una lanza, y muy pequeños cortes con la punta de ella, aunque sus bordes sí estaban afilados, ya que un uso más agresivo, con movimientos más amplios, y con mayor incidencia de choque con armadura o armas enemigas habría hecho que la hoja se astillara o quebrara por completo, o bien, como ya se mencionó, que se desprendiera de la empuñadura.

Estas limitaciones en el uso o debilidades en el diseño han llevado a algunos especialistas a catalogar estas espadas como objetos rituales, en lugar de armas de combate propiamente hablando. Sin embargo, Everson considera esto erróneo, puesto que su calidad de símbolo de estatus y valor ritual, que sí tuvieron, se origina a partir de su utilidad bélica, sin la cual poco valor tendrían; simplemente nos encontramos con un primer diseño de espada, el cual, como ya veremos, rápidamente sería mejorado. Con respecto a su uso ritual, se han encontrado ejemplares en una cueva en Arkalojori, Creta, que estaban decoradas pero no tenían remaches ni huecos para remaches para adjuntarle una empuñadura, lo cual claramente nos indica una diferente manufactura cuando eran utilizadas ritualmente y presentadas como ofrenda. Otros ejemplos son las tumbas en Micenas, donde en la tumba IV se encontraron sólo cinco cuerpos pero 46 espadas, y en la tumba V tres cuerpos con 90 espadas; muchas de estas espadas poseían empuñaduras de marfil, remaches bañados en oro y hojas decoradas con espirales, y, en al menos un caso, con escudos de figura de ocho.
Los micénicos mejoraron el Tipo A con el desarrollo del Tipo B (Fig. 13c), la cual tiende a ser una espada más corta, midiendo en promedio unos 60cm en lugar de 90, con “hombros” más cuadrados o pronunciados (la parte donde la hoja se vuelve espiga), con una espiga más larga y ancha, y unos remaches más seguros. Estos cambios llevaron el centro de masa más cerca de la empuñadura, lo cual la hizo más fácil de maniobrar sin cansarse tan rápido, así como volverla más práctica para un uso más variado de movimientos ofensivos. Las espadas del Tipo A duraron del 1700 al 1450, con el Tipo B apareciendo poco antes del 1600 y hasta el 1375, aproximadamente.

El hecho de que, tanto por material como por diseño, las hojas de estas espadas se podían astillar o quebrar si se utilizaban para parar directamente un ataque enemigo, ha hecho conjeturar a especialistas que los guerreros más bien trataban de establecer un contacto ligero con la espada enemiga, desviarla, y deslizarse sobre ella para atacar la mano armada, un movimiento que en esgrima se denomina una “toma”. Esta práctica habría llevado naturalmente al desarrollo de empuñaduras defensivas, agregando lo que se denomina “gavilanes”, que son protuberancias al nivel del inicio de la empuñadura que sirven para bloquear o desviar hojas enemigas y que no hieran la mano del guerrero.

Esto llevaría a la creación de dos subtipos de espadas, las llamadas “espadas con cuernos” (Fig. 13d) y “espadas de empuñadura cruzada” (Fig. 13e). Las espadas con cuernos se subdividen, a su vez, en cinco variedades, dependiendo del diseño de sus “cuernos” (los gavilanes), con algunos de los últimos ejemplares inclusive agregando un pomo al final de la empuñadura, pomo que se extendía en forma de “T” hacia los lados como un segundo par de gavilanes, lo cual no sólo agregaba mayor protección, sino que también mejoraba el balance del arma (Fig. 13f, Fig. 1, 6-9). Las espadas de empuñadura cruzada, en lugar de gavilanes, simplemente agregaban un estilo de protuberancia entre la hoja y la espiga para desviar las armas enemigas. Todas estas espadas se utilizaron entre el 1450 y el 1300, aproximadamente, y se han encontrado esparcidas por toda Grecia continental, Creta y las islas del Egeo; mientras las espadas con cuernos tiene una distribución uniforme, las de empuñadura cruzada se han encontrado principalmente en Creta, Micenas y Rodas. A pesar de las mejoras en el diseño, estas espadas no dejan de ser pesadas y de difícil utilización, lo cual es mayor evidencia de la existencia de guerreros de élite en esta época, ya que sólo aristócratas sin la necesidad de laborar por su subsistencia habrían tenido el tiempo requerido para practicar lo necesario para llegar a ser hábiles en su uso. Esto es sustentado por el hecho de que las espadas usualmente han sido encontradas en tumbas de personas adineradas, dada la presencia adicional de oro y joyería en ellas. Luego del año 1300 se diseñaron espadas más efectivas y de utilización más sencilla, pero de esas hablaremos en artículos futuros.
Armas arrojadizas
Por “armas arrojadizas”, en este período, entendemos la jabalina, el arco y flecha, y la honda. Como dijimos al inicio, la evidencia de que existieran jabalinas o lanzas arrojadizas en esta época es bastante poca: no hay representaciones artísticas de ellas, y lo más que poseemos son puntas de lanza pequeñas o puntas de flecha grandes, las cuales podrían haber pertenecido a jabalinas; sin embargo, estas puntas de flecha grandes datan de alrededor del año 1300, donde inicia otro período arqueológico, en el cual sí poseemos evidencia adicional y más sólida que sustente la existencia de lanzas arrojadizas o jabalinas.
No poseemos restos algunos de arcos griegos de este período ni de ningún otro, por haber sido creados con materiales perecederos. Por lo tanto, en lo que respecta a la arquería, debemos apoyarnos únicamente en puntas de flecha y representaciones artísticas. Hacia el año 1600 las puntas de flecha usualmente eran de sílex u obsidiana, como las encontradas en una tumba en Egina. La fuente más cercana de obsidiana era las Cícladas, por lo que poseían un costo mayor, y probablemente eran utilizadas prioritariamente en la guerra, dejando las de sílex para la cacería. También la forma de la punta de flecha nos puede indicar su uso, ya que las puntas de flecha que terminan en púas traseras hacen más daño y son más difíciles de remover, lo cual es útil en el combate pero no en la cacería, donde sí se desea poder removerlas con facilidad para dañar menos la carne de la presa y también poder reutilizarlas. Ya hacia el 1400 las puntas de flecha se empezaron a fabricar también de bronce, lo cual facilita su producción en masa. Con respecto a los arcos, sabemos que los griegos de la época utilizaron arcos sencillos de madera, puesto que el arco compuesto, reforzado con tendón y asta, fue un desarrollo posterior en esta región.
Las hondas fueron utilizadas en Grecia para cacería y defender rebaños durante la primera mitad del segundo mileno a.C., y los proyectiles eran piedras, guijarros o arcilla cocida. Sin embargo, en la segunda mitad del milenio se empezaron a utilizar en el combate, evidenciado por la escena en un rhyton de plata, y hacia el 1300 ya encontramos proyectiles fabricados de plomo, los cuales pesan más pero poseen un menor tamaño, y son capaces de viajar más lejos y más rápido. La honda continuaría siendo un arma de combate por el resto del período histórico griego en la Antigüedad.

Recapitulando para este primer período, vimos cómo los griegos adoptaron y adaptaron equipo militar minoico, y tal vez también de otros pueblos aledaños, pero también cómo mejoraron y crearon equipo ellos mismos. La fuerza de élite de cada palacio parece haber sido una masa de cientos de guerreros en carros de guerra, con yelmos, lanzas y espadas, así como armadura corporal, luego del 1500. Estos eran acompañados por infantería, equipada con escudos, lanzas y espadas, y a veces yelmos, luchando en escaramuzas contra el enemigo, o tal vez como un tipo de falange primitiva. Arqueros y honderos eran utilizados al menos en el asedio de ciudades, y probablemente también en enfrentamientos a campo abierto, tal vez quebrando la embestida de carros de guerra enemigos. Armados de tal manera, los griegos se expandieron, conquistando Cnosos alrededor del 1400, tomando las islas del Egeo, y llegando hasta Asia Menor y Chipre. Todo esto incentivó la expansión y reforzamiento de fortificaciones palaciegas, dada la mayor frecuencia e intensidad de enfrentamientos bélicos, lo cual a su vez llevó a varias innovaciones militares.
En el siguiente artículo de esta línea temática proseguiremos con el siguiente período histórico, sus armas, armaduras e innovaciones militares: el período micénico tardío, la Edad Oscura y la Edad Homérica, del 1300 al 900 a.C.