Equipamiento militar del período micénico tardío, Edad Oscura y época homérica
1300-900 a.C.
Esta publicación es parte de una serie, ¿ya leyó la parte anterior?
Hoy, muy felizmente, abordaremos un nuevo período histórico en lo que respecta al equipamiento militar de la Antigua Grecia. Ya previamente habíamos concluido, en tres partes, la exploración propia al período micénico temprano, hoy tornamos nuestro interés al período micénico tardío, la Edad Oscura y la época homérica, cubriendo así del 1300 al 900 a.C., aproximadamente. Debido a la poca evidencia y conocimiento que poseemos para esta época, en este único artículo abordaremos todos los tipos de equipamiento militar, sin necesidad de escribir varios artículos para ello. Al igual que en ocasiones previas, hemos recurrido al texto “Warfare in Ancient Greece”, escrito por Tim Everson, historiador inglés especializado en asuntos bélicos de la Antigua Grecia.
La época que cubriremos hoy es una de grandes cambios civilizatorios: decaimiento social, introducción del hierro como nuevo material, guerras, desastres naturales, escasez de bienes, movimientos poblacionales, y un período obscuro de recuperación. Pueden encontrar un sobrevuelo explicativo de todos estos sucesos en este video nuestro, la primera participación en la tercera sesión del ‘Ciclo de conferencias sobre cerámica griega antigua’, el cual hemos venido celebrando en la Biblioteca Nacional de Costa Rica, del minuto 03:15 al 25:30, aproximadamente. Habiendo dado eso por explicado, sólo agregaremos algunos detalles adicionales antes de ahondar en cada tipo de equipamiento militar.
Las épicas de Homero, la Ilíada y la Odisea, son una de las fuentes indirectas que poseemos para saber algo más de lo que nos permite la escasa evidencia arqueológica sobre esta época. Estas obras fueron probablemente compuestas durante el siglo VIII a.C., pero fueron la culminación de una larga tradición oral previa, retrayéndose generaciones. Estas obras narran los eventos durante y después de la Guerra de Troya, la cual se considera que ocurrió por ahí del 1180 a.C., ya hacia los finales de la civilización micénica. La Ilíada preserva la memoria de una expansión micénica hacia el Este, así como vagas impresiones de cómo se combatía en la época, y la Odisea nos hace eco de los movimientos poblacionales propios de este período tumultuoso, pero todo esto entremezclado con aspectos de ello propios de la edad de Homero, cientos de años después de los eventos narrados.

Durante los primeros siglos de este período histórico, el combate con carros de guerra e infantería, que ya abordamos en artículos previos, parece haberse mantenido prácticamente igual, pero ya para el siglo XI, con el colapso final de la civilización micénica, el carro de guerra cayó en desuso y olvido. La más tardía evidencia que poseemos del uso de un carro de guerra es una excavación en Lefkandí, Eubea, datado a por ahí del 1000 a.C., pero para ese momento se considera que era más un indicador de prestigio social que un medio funcional y práctico para hacer la guerra. Es hacia la misma época que poseemos la primera evidencia, en este caso artística, del uso de caballería, mediante la imagen de un guerrero montado a caballo, portando una lanza, en una vasija de la época. Sin embargo, en realidad el carácter distintivo de la época fue la primacía de la infantería por encima de los carros de guerra o la caballería, causado probablemente tanto por un incremento en el tamaño de los ejércitos como el costo asociado con cada carro de guerra o los caballos en general, en una época de decaimiento económico generalizado.
Yelmos
El yelmo de colmillos de jabalí parece haber seguido siendo el principal objeto para proteger la cabeza en esta época, apareciendo frecuentemente en frescos (véase el fresco de Pilos incluido abajo en la sección de grebas), así como en representaciones artísticas y sitios arqueológicos. Sin embargo, con la caída de la sociedad micénica, sus palacios y sus guerreros o cazadores de élite, este tipo de yelmo dejó de ser fabricado. En la Ilíada sí nos sobrevive en forma literaria, aunque ya para la época del poeta debía ser cuidadosamente descrito y explicada su manufactura, ya que era un objeto extraño y antiguo para ellos.
Con respecto a yelmos de bronce, la evidencia en esta época sigue siendo escasa. La vasija de los guerreros micénicos, datada a aproximadamente el 1150 a.C., muestra líneas de guerreros marchando a la batalla (véase abajo en la sección de armadura corporal). Sus yelmos son negros con puntos blancos, lo cual ha sido interpretado como yelmos de cuero con discos de bronce como refuerzo, o alternativamente como yelmos de bronce con relieve adicional también de bronce. Estos yelmos también poseen crestas, probablemente de crines de caballo endurecidas, así como cuernos al frente, los cuales ya habíamos visto que eran comunes en los yelmos de colmillo de jabalí, pero ahora también aparecen en yelmos de cuero o bronce. Mucha de la evidencia arqueológica del período micénico tardío de posibles restos de yelmos de bronce, o refuerzos de bronce sobre yelmos de cuero, son difíciles de interpretar, y podrían ser partes de bronce de otros tipos de equipamiento militar, pero sí poseemos un ejemplar datado a aproximadamente el 1050 a.C., encontrado en Tirinto, tras la caída micénica, en relativamente buen estado. Este ejemplar consiste en cuatro placas de bronce, que iban ajustadas a una base de cuero, haciéndolo realmente un yelmo de cuero con refuerzos de bronce.

Por los siguientes 200 años, no poseemos evidencia adicional de yelmos en Grecia, casi con seguridad debido a la escasez de bronce como consecuencia del decaimiento civilizatorio y la pérdida de contactos y rutas comerciales en regiones no griegas. Para el período entre 1025 y 950, aproximadamente, vemos que piezas pequeñas como pines y fíbulas empiezan a ser fabricadas en hierro, pero al final del siglo X, restauradas algunas rutas comerciales, empiezan a volver a ser fabricadas en bronce. Esto nos indica que, si aparentemente no se poseía suficiente bronce para piezas tan pequeñas, las cuales sí se quería fabricarlas en bronce, y en su lugar se debió usar hierro de manera temporal, mucho menos probable habría sido que se fabricaran piezas de mayor tamaño, como los yelmos, en bronce, lo cual explica la ausencia de restos arqueológicos.
Armadura corporal
Lastimosamente, para esta época no poseemos un descubrimiento tan importante como la armadura de Dendra, ni tampoco ejemplares arqueológicos significativos de armaduras corporales, por lo que principalmente dependemos de representaciones artísticas, ejemplares de otras regiones europeas y evidencia literaria en Homero, para poder reconstruir tentativamente el uso en la época. Con base en algunas de estas representaciones artísticas en vasijas, parece que para esta época se descartó la “falda” de bandas metálicas que vemos en la panoplia de Dendra, utilizándose únicamente petos y posiblemente también espaldares metálicos, aunque probablemente también había de materiales perecederos, como de cuero. Homero, por su parte, siempre nos describe la armadura de los héroes como construida a partir de bronce, y a menudo se le describe como “hueca”, lo que podríamos interpretar como que siempre se utilizaba un peto acompañado de un espaldar. Como evidencia indirecta adicional, tenemos algunos ejemplares de petos metálicos encontrados en el resto de Europa, como Eslovaquia, alrededor de esta época, que casi con total seguridad son adaptaciones locales de originales micénicos. Al parecer también se conservó el protector de cuello, al menos en uso durante las fechas alrededor al año 1200, período al cual pertenece la evidencia artística que poseemos.
Similar al caso de otros tipos de equipamiento militar de la época, la vasija de los guerreros micénicos es una de nuestras mejores evidencias del uso en la época. Estos guerreros parecen utilizar algún tipo de peto de cuero y con mangas largas. Los guerreros en el reverso de la vasija (véase debajo, en la sección de lanzas) llevan un peto similar, aunque posiblemente terminando en sus hombros, y con unos puntos blancos en el tórax, que se podría interpretar como refuerzos de bronce.
Aparentemente también era común el uso de fajas acorazadas, al final del peto o encima de él, dependiendo de su largo, de acuerdo con testimonios de Homero, algunas figurillas de bronce de la Edad Oscura, y algunas piezas arqueológicas que se podrían interpretar como partes de dichas fajas. Adicionalmente, hay algo de evidencia del uso de faldas pesadas, de cuero o algún otro material grueso, y potencialmente reforzadas con bronce, para la protección de la pelvis y los muslos, algo que en apariencia usan los guerreros micénicos de la vasija ya mencionada, así como los del fresco de Pilos (véase la siguiente sección).
Finalmente, parece que también existieron petos conformados por pequeñas escamas de bronce, cosidas a algún material perecedero subyacente. Este tipo de armadura fue inventado en Egipto o Medio Oriente, alrededor del siglo XVII a.C. Como ya sabemos, hacia esta época los micénicos se empezaron a expandir hacia el Este, lo que potencialmente los habría expuesto a este tipo de peto, el cual rápidamente habrían empezado a reproducir. Se han encontrado algunos probables ejemplares de estas escamas en Chipre, Micenas y Lefkandí, las cuales usualmente miden unos 2-3 cm de ancho, 5-6 cm de largo y aproximadamente 1 mm de grosor. Cada escama cubría parcialmente la escama inferior, protegiendo al guerrero con una doble capa de bronce, además del material subyacente, y gracias al diseño eran petos bastante flexibles y cómodos, que tampoco necesitaban de artesanos muy experimentados para fabricarlos, sino más que nada acceso al material y tiempo requeridos.

A pesar de todo, no poseemos representaciones artísticas griegas de este tipo de armadura, debiendo recurrir a pinturas egipcias y relieves asirios para hacernos una idea más específica de su apariencia y utilización. Al parecer este tipo de petos eran utilizados como una alternativa a un escudo, por quienes necesitaban usar ambas manos en el combate, como arqueros o guerreros en carros de guerra. En el caso oriental, al menos a veces estos petos eran bastante largos y casi que cubrían el cuerpo entero, pero en caso de ser utilizados en Grecia casi con certeza que habrían terminado en la cadera o los muslos, por la tendencia griega a utilizar grebas, así como por la relativa escasez del material en esta región. Sí poseemos evidencia literaria de dicha armadura en Homero, con Cíniras de Chipre obsequiándole a Agamemnón un peto de escamas, de gran lujo y detalle. Interpretando este pasaje, tiene sentido que quien se lo haya obsequiado haya sido un rey chipriota, donde abundaba el bronce y casi con certeza sí se utilizaba este tipo de peto, debido a su cercanía a Egipto y Medio Oriente, donde eran comunes. La descripción también nos deja la impresión de que este tipo de armadura no era algo tan familiar para los griegos, aunque no nos queda claro si para los griegos del tiempo de Homero o para los micénicos de la narración, aunque tal vez aplicaba para ambos.

Grebas
Para el caso de las grebas tenemos evidencia más clara que para la armadura corporal, aunque no sin algunos problemas interpretativos. El tipo de greba sencilla encontrada en Dendra y presentada en un artículo previo parece haber desaparecido para esta época, y las que se representan en el fresco de Pilos, por ejemplo, son mucho más largas, cubriendo parcialmente la rodilla, y sujetadas con correas probablemente de cuero, aunque no está claro si las grebas son de metal, lino reforzado o cuero. Sin embargo, si notamos con cuidado, podemos ver una forma elíptica en una de las espinillas de cada guerrero, lo que nos sugiere el uso de una greba ovalada, metálica, sujetada sobre una greba mucho más larga de algún otro material, principalmente por el hecho de que sí tenemos restos arqueológicos de dicha greba metálica de menor tamaño. Aunque debido al estilo de representación en el fresco no queda claro, tendría sentido que esta única greba metálica fuera sujetada en la pantorrilla izquierda, la que quedaría más expuesta en una posición tradicional de combate al empuñar un escudo, con el cuerpo perfilado y el lado izquierdo por delante del derecho.

Uno de los ejemplares más tempranos de grebas de la época es una pieza encontrada en una tumba en Énkomi, Chipre, datada al siglo XII, la cual mide 2 mm de grosor, con los bordes doblados hacia dentro, haciéndolos más gruesos y resistentes. Esta greba tiene una decoración en el borde, así como un alambre de bronce a lo largo del borde, del cual se sujetaba una correa, con la cual se ajustaba la greba a la espinilla. Aunque se encontraron dos ejemplares juntos, se considera que en realidad no representan un par, greba derecha e izquierda, al tener algunas diferencias importantes entre sí, sino que más bien habrían sido dos ejemplares de dos pares diferentes, o dos grebas izquierdas, si es que no se utilizaban en pares, sino únicamente la izquierda. Se han encontrado otros ejemplares en Aquea y Atenas, estos sí en pares derecho-izquierdo, con formas y decoraciones diferentes, algunas siendo más largas y ovaladas, otras más cortas y redondeadas, pero todas parecen haberse ajustado más o menos de la misma manera, con correas de algún material pasando por alambres o aros de bronce en el borde de la greba.
Homero se refiere a los “aqueos de hermosas grebas” como unas cuarenta veces en la Ilíada, lo cual nos habla de su prevalencia y como elemento distintivo del guerrero griego de la época. Gracias a Homero también sabemos que las grebas eran la primera parte de la armadura que se equipaba, ya que si se ponía el peto primero, el guerrero no se podría haber doblado lo suficiente para ajustarse las grebas. Esta presencia homérica corresponde con el hecho de que toda la evidencia arqueológica que poseemos sobre las grebas data del período entre el 1220 y 1150, aproximadamente, después del cual, como consecuencia del desastre del momento, las grebas aparentemente desaparecen en Grecia, emergiendo con una forma bastante diferente por ahí del 800 a.C. Las grebas siguieron siendo utilizadas en Europa central, sin embargo, pero esto fácilmente se explica por su acceso a fuentes locales de bronce, algo que Grecia no poseía, y por lo tanto debemos asumir que en este período intermedio las grebas en Grecia se fabricaron con materiales perecederos, como el cuero o el lino reforzado, las cuales, naturalmente, no han sobrevivido hasta nuestra época.
Escudos
Igual a como hubo una reducción en el tamaño de la armadura corporal en el período en cuestión, también lo hubo en cuanto al tamaño de los escudos. Los grandes escudos corporales, ya sean los de forma de ocho o los de torre, dejaron de ser representados en el arte por ahí del 1300 a.C., y fueron reemplazados por escudos más pequeños y mayoritariamente redondos, principalmente así ilustrados en fragmentos de cerámica, de acuerdo a los cuales parecen haber medido unos 50 o 60 cm de diámetro. La vasija de los guerreros micénicos muestra escudos algo más grandes, de unos 60 o 70 cm de diámetro, con un segmento cortado abajo de los mismos. Este se teoriza que podría haber sido puesto al lado derecho del guerrero cuando se empuñaba el escudo, dejando una apertura para dar estocadas con una lanza o espada sin tener que quitar el escudo, pero esto es pura conjetura. En el reverso de esta misma vasija vemos a otros guerreros empuñando escudos algo diferentes, más grandes y ovalados, midiendo casi un metro de diámetro. Gracias a esto, algunos especialistas han concluido que existían dos tipos de escudo en la época, los pequeños y redondos utilizados por guerreros en carros de guerra y los más grandes y ovalados portados por la infantería.
La evidencia arqueológica para los escudos de esta época viene en forma de sus umbos, la parte central exterior que funciona como refuerzo del mismo, los cuales eran de bronce. Aunque no se perciben en las representaciones artísticas, los restos arqueológicos nos indican que sí eran utilizados al menos ocasionalmente. Poseemos varios ejemplares, como uno del siglo XII, encontrado en Creta, u otros del siglo XI, encontrados en Tirinto y Atenas. Los umbos protegían el asidero del escudo, ubicado en posición central pero interior, y ayudaba a desviar los golpes asestados contra él, pero también, dependiendo del diseño del umbo, podían servir funciones ofensivas. A diferencia de la evidencia arqueológica para yelmos, armadura corporal y grebas, hay ejemplares de umbos a lo largo de la Edad Oscura, hasta el año 900 e inclusive más recientes. Sin embargo, su escasez relativa en las tumbas en las que se encuentran, junto con la riqueza en dichas tumbas, nos hace considerar que los escudos con umbos de bronce fueron piezas de prestigio.
Lanzas
Posterior al 1200, y semejante a la espada, la lanza se volvió un arma más ligera, pasando de medir unos tres metros y a menudo empuñada con ambas manos, a ahora ser un arma de unos dos metros, con una punta broncínea en forma de hoja de unos 20-30 cm, y blandida con una única mano. Algunos de los ejemplares arqueológicos presentan también una punta en la parte inferior o trasera de la lanza, también de bronce, utilizada para afianzar la lanza en el suelo, sin dañar la punta, y también como arma secundaria en caso de que la punta se dañara o fuera cortada. Este es el primer momento en el que vemos aparecer esta punta secundaria en Grecia, con algunos ejemplos contemporáneos también en Chipre.
Los soldados de la vasija de los guerreros micénicos, en su reverso, empuñan lanzas, y parece que las usan para dar estocadas, no para arrojarlas a sus enemigos. Sin embargo, también tenemos algunas representaciones artísticas de guerreros en carros de guerra portando más de una lanza por guerrero. Sabemos que para el siguiente período histórico, empezando en el 900 a.C., portar varias lanzas, algunas de ellas destinadas a ser arrojadas mientras otras a ser blandidas, se volvió la norma, por lo que tal vez hacia el final del período micénico, de cuando datan estas ilustraciones, fue que se empezó a transicionar de una práctica a otra. En efecto, en la Ilíada Homero siempre nos presenta las lanzas como armas arrojadizas, y los guerreros usualmente portando un par para dicho uso.

Ya en el siglo XI se empezaron a crear dagas y espadas en hierro, pero todavía no las puntas de lanza, y podemos conjeturar que esto fue debido a la dificultad de crear la unión de encaje entre punta y asta en un nuevo material, más duro, al que esta población apenas empezaba a conocer y con el que recién se estaba familiarizando. Un siglo después ya empezamos a encontrar puntas de lanza en hierro, y para el 900 a.C. las puntas de bronce prácticamente desaparecen, excepto en regiones más remotas. Sin embargo, cuando se utilizaba una punta secundaria en el otro extremo de la lanza, estas se seguían construyendo en bronce. Curiosamente, las puntas de lanza en Homero siempre son descritas como siendo de bronce, no de hierro, en correspondencia, como ya veremos, con las espadas, como un eco de la época micénica que el poeta nos pretende representar.

Este mismo autor nos describe al menos una lanza siendo decorada (Ilíada, VI, v. 319), la de Héctor, con una banda de oro en la unión entre punta y asta. La única otra evidencia de la decoración de lanzas es la vasija de los guerreros micénicos, la cual muestra las lanzas decoradas con banderines o borlas.
Espadas
La espada se volvió un arma más corta y más ligera durante el siglo XII. Anteriormente habíamos hablado de las “espadas con cuernos” y las “espadas de empuñadura cruzada”; pues bien, las largas espadas del segundo tipo se dejaron de usar para el 1250, aproximadamente, y en su lugar se empezaron a utilizar espadas también de empuñadura cruzada, pero mucho más cortas, midiendo unos 35-40 cm, y categorizadas como “tipo F”. Es muy probablemente una de estas espadas la que empuña uno de los guerreros en el fresco de Pilos, presentado previamente. Similarmente, las “espadas con cuernos” se desarrollaron a un subtipo llamado “con cuernos tipo 2b”, con la principal diferencia siendo su longitud, reducida también a unos 35-40 cm. Estas espadas cortas eran mucho más prácticas para cortar y estocar en el combate, y también mucho más portables.

A pesar de lo anterior, justo antes de la catástrofe del 1200, parece que un nuevo tipo de espada llegó a Grecia desde el Norte, desde Europa central, la cual llegó a desplazar por completo los diseños nativos. Este nuevo modelo es el “Griffzungenschwert”, o, en palabras más amigables, las de “tipo Naue II”, las cuales se considera, como ya se dijo, que fueron inventadas en Europa central debido al hecho de que es allí donde se han encontrado los mejores y más tempranos ejemplares. Este tipo de espada tenía una empuñadura protegida por una guardia con bordes reforzados, con un contorno curvo característico, donde los remaches unían la empuñadura con su larga espiga y el inicio de la hoja, volviéndola una espada especialmente fuerte e idónea para cortar y estocar, algo con lo que, como ya vimos anteriormente, los diseños nativos tuvieron problemas por mucho tiempo.

Los ejemplares que nos sobreviven son de unos 60 a 80 cm de largo, pero también hay dagas que imitan el diseño pero a menor escala. Probablemente introducidas a la región mediante el comercio, ya que era muy temprano para hablar de invasiones, los griegos rápidamente empezaron a construirlas ellos mismos, y el diseño fue tan exitoso que pronto se volvió el único tipo de espada construida en la región, manteniéndose como el diseño estándar por unos cuatro o cinco siglos más. El diseño fue tan exitoso que también vemos su rápida adopción en otros lugares como Italia, Chipre, Egipto y Medio Oriente. El único gran cambio que sufrió este diseño fue pasar de ser creado en bronce a hierro, por ahí de mediados del siglo XI, material que es más fuerte que el bronce, al cual se le puede dar un filo más fino, y que es ligeramente más liviano. Este tipo de espadas de hierro son las que se mencionan en la Ilíada, capaces de cortar un brazo o una cabeza, algo que una espada de bronce no podría hacer; sin embargo, como Homero pretende narrar eventos de época micénica, nos describe las espadas como hechas de bronce, lo que era característico de dicha época, aunque describe el uso y las capacidades propias de las de hierro de la época del poeta.

Armas arrojadizas
Sabemos, debido a inventarios palaciegos, que la arquería se continuó practicando en el período micénico tardío, pero fuera de dichos registros la evidencia artística o arqueológica es escasa. Ha sobrevivido una vasija de Énkomi, Chipre, datada al siglo XII, la cual es su principal representación gráfica en la época, mostrándonos una sucesión de arqueros, aunque no queda claro si marchan a la guerra o a la cacería. Posterior a la catástrofe del siglo XII la evidencia se vuelve todavía más escasa, con sólo unas cuantas puntas de flecha encontradas en Atenas y Tirinto, pero principalmente en Creta, que ya en época clásica llegaría a ser renombrada como tierra de arqueros.
Para el siglo X las puntas de flecha en Creta empiezan a ser manufacturadas en hierro, y también para esta época es que el arco simple es reemplazado por el arco compuesto. El arco compuesto es diferente en forma y composición al simple, porque, adicionalmente a la parte central estar compuesta de madera, hacia sus extremos posee láminas de dos materiales adicionales, asta en el interior y tendón en el exterior. Esta combinación de materiales hace que, a la hora de tensar la cuerda, el asta en el interior se comprima mientras el tendón en el exterior se estira, lo cual resulta en una descarga de la flecha muchísimo más potente que si se usara simple madera. Homero menciona este tipo de arco (Ilíada, IV, v. 105 y siguientes), pero parece poseer una comprensión incompleta del mismo, ya que lo describe como completamente constituido por asta. Es posible, sin embargo, que el arco compuesto no llegara a la Grecia continental hasta el siglo VIII, momento en el cual lo empezamos a ver cada vez más y más representado en el arte de la época, lo que explicaría la relativa ignorancia al respecto por parte de Homero.

Aunque Homero a menudo nos describe flechas siendo lanzadas en medio del combate, casi ninguno de los grandes héroes recurre a este tipo de armas, y más bien a menudo acarrean connotaciones negativas, típicamente de cobardía. Con respecto a esta utilización de la arquería en la guerra, es un poco difícil distinguir si Homero está recordando su uso en el período micénico tardío o representando más que nada su uso en su época. Por otra parte, con respecto a la honda, no poseemos evidencia alguna de su uso en este período.
Habiendo abarcado y analizado la evidencia del tipo y uso de armas en este rango temporal, en el siguiente artículo en esta línea temática vamos a iniciar la exploración del período que va del 900 al 525 a.C., cuando ocurre el nacimiento de una nueva manera de guerrear, el estilo de combate de hoplitas, para el cual poseemos bastantes y muy diferentes tipos de evidencias.