2. Los Olímpicos V/VII
"Cinco etapas de la religión griega" (1955), por Gilbert Murray
Esta publicación es parte de una serie, ¿ya leyó la parte anterior?
Hoy continuaremos con la quinta parte de siete concernientes a la segunda etapa de la religión griega, los Olímpicos, según “Cinco etapas de la religión griega”, en su tercera edición (1955), por Gilbert Murray (1866-1957). Habiendo expuesto detalles sobre los principales dioses olímpicos, ahora continuamos con aspectos de análisis sobre el período olímpico en sí.
Murray sostiene la siguiente tesis: la religión olímpica, radiando desde Homero en las Panateneas, produjo una reforma religiosa en Grecia. El autor admite que esta afirmación puede resultar extraña, confusa o hasta paradójica, pero en el resto de la exposición sobre esta etapa se va a dedicar a explicarnos su razonamiento y los mecanismos en juego desde su perspectiva. Vamos a explorar brevemente tres primeros puntos, a saber: i) la tradición de los poemas homéricos; ii) la naturaleza social de los poemas; y iii) la naturaleza étnica de los poemas.
Como ya hemos venido explicando, los poemas homéricos representan una tradición aquea, la tradición de una raza conquistadora del Norte, raza que era característicamente patriarcal y monogámica, algo que la separaba vehementemente de las costumbres matrilineales de los pueblos egeos o hititas preexistentes, quienes también tenían actitudes más laxas con respecto a la poligamia o poliandria. Aunado a esto, otras diferencias importantes eran la preeminencia de ritos agrícolas y símbolos sexuales de fertilidad en los segundos, ausentes en los primeros. Un ejemplo que ilustra estas diferencias sería comparar a la asexual valkiria, nos dice el autor, que aparece en la Ilíada, bajo el nombre de Atenea, con la Kore de Éfeso, extrañamente llamada Ártemis, una figura de la fertilidad sin forma definida y cubierta de innumerables senos. Esto nos ilustra muy bien el profundo contraste social, religioso y cultural entre ambas culturas.
En cuanto a la naturaleza social de los poemas, éstos son eminentemente de corte aristocrático. En los poemas sólo figuran reyes, caudillos, héroes, y por supuesto dioses, pero el hombre común de la época nunca es representado (con la excepción de Tersites en la Ilíada, que aparece sólo para ser golpeado por Odiseo por su impertinencia, y el porquero Eumeo y la esclava Euriclea, en la Odisea). Aunque ya en época histórica sabemos que estos poemas fueron recitados a grandes masas durante festivales públicos, su concepción fue en cortes aristocráticas, lo que explica la ambientación y selección de personajes. Los dioses olímpicos en Homero forman una comunidad organizada de guerreros y realeza, dioses característicos de reyes, radicalmente distintos de los que podrían haber venerado clases sociales inferiores, dioses que habrían sido menos sublimes pero mucho más vitales religiosamente hablando, si bien no mitológicamente.

En tercer lugar, los poemas fueron desarrollados por la tribu de los jonios, y esto también les otorga características peculiares. Esta tribu, junto con otras, fue expulsada de gran parte de la península balcánica por la invasión de los dorios, migrando a través del Egeo y asentándose en sus islas intermedias, la Calcídica al Norte, y la futura Jonia al Este, en la costa occidental de Asia Menor. Esto implica que este fue un pueblo que debió abandonar sus hogares y tradiciones tribales, las ligadas a la tierra misma, dejando atrás los gigantescos sepulcros micénicos de antiguos reyes, y migrar hacia nuevas tierras e interactuar directamente con pueblos extraños. Estos pueblos extraños, no griegos, serían bautizados como bárbaros, y el contacto con sus tradiciones tan diferentes chocó a los jonios, quienes como consecuencia se volvieron autoconscientes de su cultura e identidad helena, aquello que los separaba de los bárbaros, y ese algo sería reforzado vehementemente para rechazar lo que percibían como tradiciones crueles, supersticiosas y sucias o soeces. Además, como nos prueba la historia, esta tribu jonia era particularmente dotada en aspectos imaginativos e intelectuales, siendo, por ejemplo, la cuna de la filosofía griega, posicionándola eventualmente, en período arcaico, como la región más avanzada en cuanto a conocimiento y cultura del mundo griego. De esta manera, entonces, percibimos a la religión homérica como un importantísimo paso en la autorrealización de Grecia, paso dado por los jonios en particular.

¿En qué consiste esta reforma religiosa llevada a cabo por los poemas homéricos? Dicho de manera muy concisa, fue un alejamiento de los mezquinos elementos naturales hacia personas imaginadas que estaban detrás de estos elementos. El mundo ya no era considerado como desprovisto de gobernación externa, ni tampoco como completamente a merced de serpientes y toros y monstruos de maná, sino regido por un cuerpo organizado de mandatarios sabios y generosos, similares al hombre en mente y forma, pero inefablemente superiores. Bajo esta luz, las típicas escenas artísticas y mitológicas de la discordia entre hombres y centauros, o dioses y gigantes, adquieren una nueva recepción. Para el griego, estas escenas de batalla estaban repletas de significado simbólico. Aquí se representa la lucha, la victoria final, de la inteligencia humana, de la razón y civilización, contra el sobrecogedor poder de la pasión y la fuerza bruta: es la Hélade contra el mundo bestial.


El triunfo del helenismo sobre el barbarismo, del hombre sobre la fiera, era el objetivo, ¿pero se llegó a alcanzar? Para Murray, la religión olímpica sólo es inteligible y puede ser admirada correctamente si la percibimos no como un fin o meta alcanzada, sino como un movimiento, un proceso, un esfuerzo vital. En el siguiente artículo les expondremos en qué consistió este impulso griego que fue la religión olímpica.