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Si bien previamente hablamos sobre Córax y Tisias como los primeros exponentes históricos en Grecia de la retórica, y mencionamos que tal vez Tisias viajó a Atenas llevando dicho conocimiento, de quien no tenemos duda alguna es de Gorgias, un rhétor y sofista quien, según nos aseguran las fuentes de la época, fue el principal exponente del arte retórica en la Atenas del siglo V a.C. Es de este Gorgias, y su estudiante y sucesor Alcidamas, de quienes expondremos hoy, siguiendo los capítulos titulados “Gorgias the Sophist and Early Rhetoric”, por Jeroen A. E. Bons, y “Alcidamas”, por Michael Edwards, en el texto editado por el clasicista norteamericano Ian Worthington, titulado A Companion to Greek Rhetoric (2007), de la editorial Blackwell Publishing.

Gorgias nació en algún momento entre el 490 y 460 a.C. en Leontino, Sicilia, y aparentemente llegó a vivir más de cien años. Viajó a través de todo el mundo griego enseñando retórica y dando discursos, volviéndose un personaje muy conocido en Atenas, llegando a ser la principal figura de autoridad retórica en la Grecia de su época. Se vanagloriaba de ser capaz de proveer, en el momento en el que se lo solicitaran, un discurso breve o extenso sobre cualquier tema, una habilidad que lo hizo famoso. Amasó una fortuna enseñándole a otros el arte del habla pública persuasiva, y en los Juegos Olímpicos era invitado como el principal orador para alabar a Grecia y a los helenos. Su importancia fue tal que el mismo Platón escribió un diálogo con su nombre, el Gorgias, donde se establece un diálogo y discusión entre Sócrates y Gorgias con respecto a la retórica judicial y política. En este diálogo, Platón lo vuelve el representante típico del rhétor y sofista que no sólo promete a sus futuros clientes la habilidad de hablar efectivamente en público, sino también el que en su práctica oratoria llega a ignorar y hasta despreciar los conceptos filosóficos de verdad y justicia. Sin embargo, a continuación podremos hacernos una mejor idea del hombre detrás de dicho personaje literario, con base en sus obras y las fuentes que poseemos.
De parte de Platón tenemos algunas definiciones posiblemente de Gorgias sobre el arte retórica, ἡ ῥητορική τέχνη, como πειθοῦς δημιουργός, fabricante de persuasión, capaz de influenciar las almas de los escuchas (Pl. Gorgias 453a), y asegurando que esta arte es superior a todas las otras, puesto que “todo se somete a ella, no por la fuerza, sino voluntariamente” (Pl. Filebo 58a-b). Como veremos más adelante con algunos ejemplos, sin embargo, Gorgias era más que un maestro del habla persuasiva: su interés y maestría se extendía al habla en general, también lidiando con la mecánica de los argumentos y la argumentación. De lo que nos resta suyo y sobre él, podemos inferir que probablemente enseñaba a sus pupilos presentándoles un discurso modelo para que observaran, memorizaran, estudiaran e imitaran; estos discursos modelo contenían argumentos relacionados con un tema mítico ficticio, pero enteramente aplicables a situaciones y contextos concretos y reales. Podemos distinguir dos tipos de argumentos: opiniones generalmente aceptadas sobre asuntos morales o políticos, como la base de un futuro razonamiento, y estructuras argumentativas, las cuales ejemplificaremos a continuación.
Solamente poseemos dos obras completas de Gorgias que han sobrevivido los siglos, dos discursos, titulados “Helena” y “Palamedes”. Ambos son discursos modelo de defensa, con su tema derivado de la mitología, y consistiendo en una aplicación de la perspectiva de Gorgias con respecto al habla persuasiva y la argumentación en un par de casos ficticios. En ellos vemos la creciente consciencia que se va teniendo con respecto a reglas y regulaciones que a futuro llegarán a ser la base de un sistema formal de retórica bajo Aristóteles. En los dos discursos se posee una estructura clara: el principio y final vienen marcados por una introducción y un epílogo, el tema principal está claramente definido, y éste se desarrolla en varios subtemas, cada uno abordado en secciones distintas. Dicha introducción y epílogo sirven para crear el estado emocional deseado en la audiencia, y el cuerpo central presenta la diversidad de argumentos en cuestión.
El “Helena” es un discurso mixto, parte elogio, parte defensa pseudo-judicial, de este mismo personaje mítico. El discurso busca abordar todas las posibles explicaciones del comportamiento de Helena, el cual desencadena la famosa Guerra de Troya. Tal vez es necesario refrescar un poco la memoria en este momento: Helena, hija de Zeus y Leda, es la mujer más hermosa del mundo, y está casada con Menelao, rey de Esparta y hermano menor de Agamemnón, rey de Micenas. Los esposos reciben cordialmente en su palacio a Alejandro, también conocido como Paris, príncipe troyano. Menelao, de manera inesperada, se debe ausentar, y cuando regresa a su palacio descubre que Helena no está, habiendo marchado con Paris de regreso a Troya. En este momento Agamemnón invoca una vieja alianza de pasados pretendientes de Helena, todos reyes griegos, y amasa un ejército para ir a recuperar a Helena y saquear Troya como represalia por la afrenta a su hermano.

Si Helena se enamoró de Paris y marchó voluntariamente o fue secuestrada a la fuerza siempre ha sido algo ambiguo, pero la tradición griega en general la consideraba la culpable de la guerra. Para Gorgias, en el citado discurso, esto es un juicio injusto, y procede a argumentar por la inocencia de Helena, presentando varios factores exculpantes, iniciando de la siguiente manera (1-3):
Armonía para una ciudad es el valor de sus hombres; para un cuerpo, la belleza; para un espíritu, la sabiduría; para una acción, la excelencia; para un discurso, la verdad. Lo contrario de todo ello es ausencia de armonía. Un hombre y una mujer y un discurso y una empresa y una ciudad, cuando sus acciones merecen alabanza, deben ser con alabanzas honrados, mas, si indignos de ellas, con censuras atacados. Pues igual error e ignorancia hay en censurar lo que es digno de alabanza que en alabar lo que es digno de censura. Tarea de la misma persona es decir persuasivamente lo que debe y refutar a quienes censuran a Helena, mujer sobre la cual han venido a coincidir, unánimes y acordes, la sabiduría tradicional de los poetas y el presagio de su nombre que se ha convertido en recuerdo de desgracias. Yo, en cambio, quiero, poniendo algo de razón en la tradición, librarla de la mala fama de que se le acusa, tras haber demostrado que mienten quienes la censuran y, mostrando la verdad, poner fin a la ignorancia.
traducción de Antonio Melero Bellido
Algo después Gorgias enumera todas las posibles causas de la partida de Helena:
Saltando ahora sobre el tiempo aquel con mis palabras, procederé al fundamento del discurso que aguarda y presentaré las causas por las cuales era natural que aconteciera la partida de Helena para Troya. O bien por una decisión del azar y orden de los dioses y decreto de la necesidad actuó como actuó, o bien raptada por la fuerza o persuadida por las palabras <o presa del amor>.
traducción de Antonio Melero Bellido
En el resto del discurso, Gorgias se encarga de abordar cada una de esas cuatro posibles causas, y demostrar cómo en cada caso Helena siempre debería ser considerada inocente. La defensa, en términos generales, recurre al concepto de fuerza mayor, es decir, que en todos los casos Helena fue dominada por un poder superior (los dioses, un hombre más fuerte que ella, el poder divino de la persuasión o el del amor), por lo que no puede ser considerada responsable de sus acciones, y no merece la mala reputación que se le ha achacado.
Para el caso del “Palamedes”, el otro discurso sobreviviente de Gorgias, el caso es algo similar, también una defensa de un personaje mítico: en algún momento de la Guerra de Troya, Palamedes, héroe heleno, le aconseja a los griegos regresar a casa, abandonando la campaña; Odiseo, quien poseía un gran resentimiento y enemistad contra Palamedes por algunas acciones pasadas, esconde oro en la tienda de Palamedes, junto con una carta falsa de Príamo, el rey de Troya. Los griegos descubren estos elementos incriminantes, lo acusan de traición, y Palamedes es enjuiciado y ejecutado injustamente. En su discurso, Gorgias se pone en los zapatos de Palamedes y emite un discurso en su propia defensa. Señalando que el hecho del que se le acusa no puede ser probado de manera definitiva, por falta de testigos y pruebas contundentes, Gorgias procede a usar ampliamente argumentos basados en la probabilidad. Por ejemplo, ante la acusación de haber sido sobornado por Príamo, Gorgias señala que Palamedes ya era rico, siendo un príncipe griego, por lo que no tenía necesidad alguna de más dinero y sería altamente improbable que se viera convencido de traicionar a los suyos por dicho soborno.
En ambas obras vemos varios elementos retóricos importantes que definen a Gorgias. Para iniciar, el desarrollo del razonamiento en los dos casos es conscientemente metódico, utilizando una estrategia central y subdividiendo el tema principal en subtemas hipotéticos. Cada uno de estos subtemas es analizado por aparte y puesto a prueba lógica y evaluado bajo consideraciones de probabilidad. Si estos subtemas no se sostienen ante dicho escrutinio, entonces se concluye que el tema principal, compuesto por estos subtemas, tampoco se sostiene. El atractivo de esta estrategia yace no únicamente en el uso de la compulsión lógica, sino también en la enumeración y el tratamiento sistemático de todos los potenciales argumentos, lo cual genera un sentido de exhaustividad, reforzando la conclusión final.
Este tipo de argumentación refleja el reconocimiento de que a la hora de decidir sobre algo, el papel de la δόξα, es decir, la opinión o creencia, es crucial. La humanidad vive en un mundo contingente, donde el conocimiento de hechos concretos sobre algo en particular a menudo no es suficiente para llegar a una decisión clara. Dadas estas circunstancias, Gorgias introduce dos mecanismos de argumentación en sus discursos, el primero siendo, como ya vimos, el razonamiento desde la probabilidad, εἰκός. Si carecemos de pruebas decisivas, la evaluación del hecho hipotético dependerá de la opinión de los jueces con respecto a cómo normalmente son las cosas; dicho de otra manera, a lo más probable, basándose esto en la experiencia personal y el conocimiento generalmente aceptado sobre el comportamiento humano, y las expectativas que se pueden tener con base en ello. El segundo mecanismo de argumentación se desprende del hecho de que, en casos donde el asunto en cuestión no es claro ni definitivo, surge una necesidad de aplicar distinciones que sirven como puntos de partida para el discurso de defensa. Si bien definidas de manera final en época posterior, en Gorgias ya vemos la intuición de algunas de estas posturas básicas en contextos de defensa judicial: i) ¿cometió el acusado de manera innegable el acto del que se le acusa?; ii) si el acto es probado o confesado, ¿cómo se debe definir legalmente dicho acto? (es decir, es homicidio premeditado, culposo, involuntario, etc.); iii) ¿cómo se debe estimar moralmente el acto? (pues no es lo mismo matar a un tirano que a un niño inocente); y, finalmente, iv) ¿son los jueces o la corte los adecuados y suficientemente competentes para juzgar el caso?
Uno de los cuatro argumentos que exoneran a Helena es que fue persuadida y engañada por el habla, las palabras, el discurso o el lenguaje esgrimidos por Paris, todos referidos colectivamente en griego como ὁ λόγος. Es decir, Gorgias nos reconoce que la palabra hablada que busca persuadir apaga el libre albedrío del escucha, apuntando a la manipulación de sus emociones: la persuasión se vuelve engaño, ἀπάτη, el fenómeno donde el escucha, a pesar de sí mismo, es desviado de su manera típica de pensar y su mente es alterada. Gorgias compara este fenómeno con el de la poesía, que es capaz de causar miedo, llanto, melancolía, sufrimiento, a través de las palabras del poeta; también nos trae a colación el poder curativo de los conjuros mágicos recitados, el efecto emocional y estético de representaciones dramáticas, y los ágiles e impresionantes debates entre filósofos como ejemplos del poder del habla. Para Gorgias todo esto se explica debido a que, como dijimos antes, a menudo las personas sólo puede recurrir a la opinión o creencia, δόξα, y no a hechos concretos, para tomar decisiones, pero esta δόξα es “resbalosa y nada fidedigna”, fácilmente manipulable por las emociones, que a su vez son fácilmente manipulables por el poder del habla, lo que le otorga a ésta un poder superior.
Prosigamos a hablar ahora de Alcidamas, hijo de Diocles. Nacido en Elea, en Asia Menor, estudió bajo Gorgias y llegó a ser un sofista al igual que él, estando activo entre finales del siglo V y al menos hasta el 369 a.C. Sus obras nos revelan una intensa rivalidad con Isócrates, otro estudiante de Gorgias, y un rhétor de grandísima reputación en la época. Han llegado hasta nosotros de manera completa dos de sus obras, “Acerca de los sofistas” y “Odiseo contra la traición de Palamedes”.
El primero de sus textos, escrito alrededor del 390 a.C., es un estilo de folleto publicitario que aborda sus métodos de enseñanza de la retórica. La propuesta central de este texto es que la manera más efectiva de dar un discurso es hacerlo de manera improvisada en lugar de a partir de un texto previamente escrito y depurado, como era la práctica de su rival Isócrates. El argumento de Alcidamas es que en nuestra vida el saber hablar bien siempre es útil, mientras que la habilidad de escribir bien solamente a veces resulta oportuna. Además, lo común es que la necesidad de hablar se presente ante eventos inesperados y oportunidades imprevistas, por lo que la habilidad de improvisar de manera efectiva un discurso persuasivo es más importante que la habilidad de cuidadosamente editar un texto y luego leerlo o recitarlo de memoria. Al contrario, el hombre que esté acostumbrado a redactar cada pequeño detalle de sus discursos y componer cada frase con precisión y atención al ritmo, perfeccionando sus expresiones con reflexiones lentas y deliberadas, este hombre, de nuevo, es inevitable que, cuando tenga que hablar en una situación repentina e inesperada, al no poder hacer lo que está acostumbrado a hacer, su mente se llene de incertidumbre y confusión, se muestre molesto o inquieto, hable como alguien con dificultades expresivas y se termine comunicando sin ingenio, gracia, fluidez ni atractivo.
Lo anterior no quiere decir que Alcidamas estuviera completamente opuesto a la práctica de escribir discursos, sino simplemente sostenía que un rhétor no se debería constreñir a esa práctica de manera exclusiva y olvidarse de la dimensión oral y espontánea del habla. En efecto, su segunda obra sobreviviente, el “Odiseo”, es un discurso forense, una acusación judicial de Odiseo contra Palamedes, tomando el papel opuesto al de su maestro en su discurso “Palamedes”. Sin embargo, la situación no es exactamente la misma: ahora la principal evidencia inculpatoria contra Palamedes es más bien una flecha troyana con un mensaje de Paris, prometiéndole la mano de su hermana Casandra si ejecutase un cierto plan previamente acordado; además, la flecha, aunque descubierta por Odiseo y otros, ha sido perdida y no puede ser presentada como evidencia.
Como vimos previamente, el método de Gorgias consiste en poner a prueba una serie de hipótesis desde todos los ángulos concebibles, demostrando con ello que son insostenibles, recurriendo extensamente a preguntas retóricas y argumentos desde la probabilidad. Alcidamas, difiriendo de su maestro, concentra su estrategia en el recurso del asesinato de reputación, ἡ διαβολή en griego, la difamación. Esto refleja una naciente tendencia del siglo IV a.C. que llegaría a diseminarse mucho, alcanzando su máxima expresión con oradores como Demóstenes y Dinarco. En ausencia de la prueba circunstancial que aseguraría su acusación, Odiseo recurre a la presentación de testigos que afirman la existencia previa de dicha prueba, y luego se dedica a atacar la ascendencia de Palamedes, así como pretendidamente desvelar su propia naturaleza traicionera.
Palamedes era un héroe renombrado por su inteligencia, y se le daba crédito por varias invenciones importantísimas, como los dados, los números, el alfabeto, la estrategia militar, la música y la moneda, entre otras cosas. Como ejemplo del asesinato de reputación por parte de Odiseo, éste niega que Palamedes haya inventado la mayoría de estas cosas, pero sí le da crédito por la creación de pesos y medidas, que le permiten a los mercaderes y comerciantes mentir, engañar y estafar a sus clientes tras haber alterado aquéllas; también le atribuye la creación de los dados y otros juegos de mesa, que sólo han resultado en dolor, conflicto y castigo para los hombres, alimentándose de y fomentando su avaricia, esparciendo vicios por doquier. Así, a través del producto de sus manos, se revela la naturaleza del hombre acusado, una de engaño, astucia, depredación, inmoralidad y perfidia.
Esta obra es un ejemplo competente de cómo sacar el máximo provecho en un caso donde no tenemos muchas pruebas o material con el cual trabajar. Sabemos, aunque no han sobrevivido hasta nuestros días, de al menos otros cuatro discursos escritos por Alcidamas: “Encomio de la muerte”, “Sobre Proteo el perro”, “Sobre la pobreza” y “Sobre Nais” (una famosa cortesana de la época). Este tipo de discursos ejemplares serían los antecedentes de muy comunes ejercicios didácticos retóricos en época posterior.
Para nuestro próximo artículo de esta línea temática abordaremos a Isócrates, el discípulo de Gorgias y rival de Alcidamas, junto a su renombrada y vasta obra retórica.