2. Los Olímpicos I/VII
"Cinco etapas de la religión griega" (1955), por Gilbert Murray
Esta publicación es parte de una serie, ¿ya leyó la parte anterior?
Con la presente publicación iniciamos la primera parte de siete concernientes a la segunda etapa de la religión griega, los Olímpicos, según “Cinco etapas de la religión griega”, en su tercera edición (1955), por Gilbert Murray (1866-1957). Como introducción, en esta ocasión hablaremos sobre el origen y la identidad helénicas.
Primero debemos referirnos a la pregunta que podría surgir, sobre cuándo se llegaron a diferenciar los griegos, cultural e intelectualmente, de los bárbaros circundantes, por su inteligencia y emancipación de tonterías sinsentido, parafraseando a Heródoto (I. 60); es decir, cuándo los griegos llegaron a ser griegos, sentirse y verse a sí mismos como griegos. En el siglo VIII, por ejemplo, no hay mucho que ponga por encima a los habitantes de Grecia de los de Lidia o Frigia, pero ya en el siglo V la diferencia es enorme. La verdad es que los griegos no eran helenos “puros” de sangre, y los mismos Heródoto y Tucídides lo dicen muy claramente. Los “Helenos” originales eran una tribu específica, aguerrida, de gran prestigio, que atrajo a tribus cercanas a seguirla, imitarla, y, eventualmente, adoptar su nombre como un colectivo. Así, nos dice Heródoto, los espartanos eran helenos, pero los atenienses no, siendo más bien pelasgos (término general para los pueblos ya asentados en Grecia previo a las últimas invasiones de finales del segundo milenio a.C.) que con el tiempo se empezaron a llamar a sí mismos “helenos” y aprendieron el idioma. Ya en época histórica, a pesar de lo que nos dice Heródoto, no podemos encontrar ningún pueblo puro de “helenos”, sino que dicha sangre ya está mezclada por toda Grecia; por lo que, para esas épocas, la única manera de demostrar que se era “heleno” era al comportarse como uno, al acercarse al ideal de lo que un “heleno” era. Lo irónico es que si los griegos clásicos habrían conocido a uno de los helenos originales, lo habrían tachado de bárbaro inmediatamente.
¿Cuándo ocurre entonces esta autorrealización de los griegos como helenos? Podemos responder esto desde la historia política o dentro de un contexto literario. Con respecto a la primera, este proceso bien se puede decir que inició con la invasión de los “hijos de Yawan (Ἰάων)” a la costa oeste de Asia Menor, donde chocaron con los hititas y semitas nativos, fundando Mileto hacia el 1000 a.C., e iniciando así la conformación de la futura Jonia. Este proceso continuó y se intensificó con el período de migraciones, expansión y colonización griegas de los siglos VIII al VI, primeramente hacia la misma costa oeste de Asia Menor, y posteriormente, también, hacia el Ponto (el Mar Negro), y el Mediterráneo occidental. El choque con pueblos tan diversos, tan diferentes y, en algunos casos, en estados previos civilizatorios, despertó la consciencia en los griegos de ser un grupo heterogéneo, sí, pero también con características culturales, religiosas y lingüísticas comunes que los diferenciaban de sus vecinos e, inclusive, los ponía, en su subjetividad grupal, por encima de esos otros, de los bárbaros. Este proceso político de autorrealización se podría decir que concluyó en el reino de Pisístrato en Atenas, con la conformación primitiva de un imperio ateniense, basado en estratégicas alianzas geopolíticas y el implícito liderazgo ateniense de la raza jonia.
Hablamos hace poco de “el ideal de lo que un heleno era”; bien, ¿cuál era dicho ideal? La respuesta a esta pregunta coincide con la respuesta, desde un contexto literario, de cuándo ocurre la autorrealización griega: con Homero, y el ideal del heleno es aquél retratado en las obras de Homero. Curiosamente, la época en la que Homero, entiéndase sus obras, la Ilíada y la Odisea, aparece en Grecia, es la misma que el período de migraciones, expansión y colonización referido anteriormente. De manera adicional, es bajo el reino de Pisístrato en Atenas, de nuevo, cuando los poemas homéricos llegan de Jonia a Atenas, para ser recitados en el festival panatenaico, donde encontrarían su hogar final, y Atenas será el foco desde el cual irradiará la influencia homérica sobre el resto de Grecia. En la siguiente parte de esta segunda etapa, los Olímpicos, abordaremos el origen y naturaleza olímpicos, y el papel que Homero, junto con Hesíodo, jugaron en ello.